El monumento oculta en sus formas y muros correspondencias esotéricas con el Templo del rey Salomón, las construcciones templarias, la pirámide de Keops y Notre Dame

MÁGICA. Es la primera palabra que viene a la mente de miles de visitantes cuando se acercan a la Alhambra, una ciudad fortaleza cuyos orígenes están relacionados con la alquimia, las matemáticas y los ancestrales conocimientos de los arquitectos medievales, herederos de los constructores del Templo del rey Salomón.

‘Tratado de la Alhambra hermética’, del escritor accitano Antonio Enrique descifra todas esas correspondencias mágicas, esotéricas y telúricas contenidas en la obra cumbre del arte hispanomusulmán.

La idea de crear una ruta esotérica por la Alhambra da tanto juego que hasta Izquierda Unida la lleva en su programa electoral.«La Alhambra, como una esfinge del pasado, nos está diciendo que lo irreal, lo casi incorpóreo y levitante, deja de serlo sometido a la armonía de los números y al silencio de las formas perfectas en ritmo, proporción y vibración», dice el autor granadino.La ruta mágica comienza por la misma creación de la Alhambra, un misterio del que sólo constan datos documentales, pero no la certeza arqueológica.

Existe la creencia de que el rey nazarí de Granada Yusuf I (1318-1354) descubrió la fórmula de la alquimia y con el dinero conseguido edificó el palacio de Comares de la Alhambra, considerado el espacio más bello del arte hispanomusulmán, junto al Patio de los Leones, el patio más visitado del mundo y posiblemente el más admirado. A este origen mágico se suma el carácter del creador de la dinastía nazarí, Alhamar de Arjona, a quien los mismos musulmanes le atribuyen las artes mágicas con las que erigió el Patio de los Leones.

La mágica ciudadela vuelve a aparecer en los versos de Said ben Djudi en el año 857. Los palacios, Comares y Leones, son de fundación nazarí, una dinastía que empezó por un Abd-Allah ibn Alhamar ‘El Rojo’ y que concluye con Abd-Allah ‘Boabdil’. Esto de la repetición del nombre en el principio y fin tiene su correspondencia en las profecías que fijan el final del Pontificado de Roma con un futuro Pedro II.

La Alcazaba, la zona más antigua del recinto, tiene sus relaciones mágicas y conforma el origen de la misma Alhambra y de su sobrenombre, ‘La Roja’. El alto de una colina llamada de La Sabika sirvió de refugio a Sawar allá por el 889, según narró el poeta Ben Al Jatib. La edificación era reparada durante la noche a la luz de las antorchas, bajo las que parecía tan roja que mereció el nombre de Alhambra (la roja).

Ricardo Corazón de León

La Alcazaba que construyó Alhamar es de un extraordinario parecido con el famoso castillo de Gaillard que construyó Ricardo Corazón de León a su vuelta de las cruzadas sobre el curso del Sena, y en el que fueron aplicados por primera vez, en la parte de Europa que no había sentido la influencia islámica, los estilos orientales. Claro está que no hubo relación entre los nazaríes y los cruzados que, desde su regreso de la llamada ‘Tierra Santa’, imitaron los estilos que contemplaron en las cruzadas, que forman parte de la tradición de los nazaríes.

A esta semejanza, que incluso alcanza la orientación, con una especie de Torre de la Vela, se le une el carácter templario y guerrero, porque las casbas de corte bizantino como la Alcazaba alhambreña estaban custodiadas por los ‘marabuts’, monjes guerreros. Según Antonio Enrique podríamos encontrarnos con que esta Alcazaba nazarí sirvió de refugio a una especie de orden templaria árabe. La edificación estaría cuajada de departamentos y laberínticos pasadizos sólo transitables por los conocedores de sus secretos. Estos subterráneos son de tal magnitud que un solo hecho bastará para ilustrarlo: un visitante alemán, F. Helzer, se extravió en ellos el 7 de noviembre de 1878, librándose de la muerte merced a los alaridos que alertaron a los guardas, siendo recogido por el sobrestante de la Alhambra ¿ocho días después de su pérdida!. Desde entonces, nadie ha vuelto, que se sepa, a internarse por esos subterráneos.

Mano, llave y Notre Dame

La construcción realizada por el sabio Yusuf II contiene la ‘mano de Fátima’ y la llave, dos de los grandes símbolos en un principio vinculados al mundo musulmán. Estos dos elementos son protagonistas de uno de los cuentos alhambreños de Washington Irving, aquel que preconiza el derrumbe y desaparición de la Alhambra el día que la mano alcance a la llave.

Esta misma leyenda, y esto es lo asombroso, la encontraremos en Notre-Dame de París, ya que los cabalistas afirman que cuando este templo se destruya arrastrará con él al viejo continente europeo. La lectura esotérica es bien distinta. Para el investigador Antonio Enrique lo que equivocadamente se llama ‘mano de Fátima’ es un talismán mucho más antiguo. Jean Mazel en la obra ‘Los secretos de los fenicios’ le confiere un origen púnico, y lo asocia al culto mágico-religioso de Tánit, la diosa fenicia.La expansión fenicia llevó la famosa mano desde Dakar a Brasil, «donde se sabe de cierto que llegaron los fenicios alrededor del año mil antes de Cristo», asegura Enrique.La mano da protección a quien la lleva, y cada uno de los dedos fueron tomados como los cinco preceptos básicos del Islam. A estas significaciones religiosas se añaden las mágicas, porque la mano posee sobre su pulsera la representación de un jazmín, símbolo en quiromancia de los poderes ocultos.

La llave es un símbolo más convencional, una especie de blasón heráldico musulmán, pues ya Tarik la llevaba en su estandarte. El autor de ‘La Alhambra hermética’ defiende que la llave representa el espíritu y la mano, la materia. Llaves las hay repartidas por toda la Alhambra, como símbolo de esa posibilidad de apertura al Paraíso, la confluencia de espíritu y materia, porque también se han hallado manos en cuyo antebrazo aparece inscrita la llave, lo que ratifica la interdependencia de ambos signos.

Templo de Salomón

El Palacio de Comares, las estancias del poder, del gobierno de los nazaríes se corresponden proporcionalmente con el mítico y legendario Templo de Salomón, según demuestra en su libro Antonio Enrique. La Sala de la Barca sería un lugar sagrado, ya que la baraca es uno de los rituales de iniciación sufí. La disposición de las dos pequeñas torres adyacentes a la bóveda de la Sala de Comares, el estanque, los pasillos e incluso los mismos arrayanes, plantas de origen mágico, elevan este espacio a las alturas del esoterismo, que entronca con las culturas egipcias.En opinión de Enrique este espacio, donde se encontraba la sala del trono, está cuajado de referencias a la cábala judía y son muchas las huellas hebreas en la misma concepción del Patio de los Arrayanes. Ahí están las siete puertas, que se corresponden con los siete cielos. Es en este mismo espacio donde se plasma con mayor evidencia lo que Antonio Enrique llama ‘gótico nazarí’, que consiste en la inversión del gótico, en el hecho de que lo frágil sujeta a lo pesado.

En este sentido mágico y alquímico de la Alhambra, para el autor granadino el salón del Trono es un condensador de energía, un espacio situado en la Torre de Comares, que es exactamente 150 veces inferior a la pirámide de Keops. «Mirando los signos y lacerías del portentoso artesonado y su simétrica disposición en los cuatro paños que preceden a la cúpula central, verdadero agujero en el espacio que simboliza el ojo de Alá, incrustado en el último cielo, el espectador se siente escapar a todo principio de contingencia», escribe Antonio Enrique.

Para el autor, el Patio de los Leones representa «el paraíso por dentro. Es una escenificación portentosa de cómo puede alcanzarse la mayor densidad de signos, con la mínima masa visible». «Es todo pura esencia para remarcar la inmensidad». En este caso de uno de los espacios más misteriosos de la Alhambra las correspondencias, siempre según el erudito granadino, son con el Palacio de Salomón. Las medidas del patio son proporcionales a las del llamado también oasis de Saba. La disposición de las estancias es idéntica a la del hogar del bíblico rey. El autor granadino habla del mar de bronce, «ya que al igual que Salomón construye su palacio alrededor de una fuente de cobre líquido, el palacio alhambreño gira en torno a la Fuente de los Leones».

El triángulo en los leones

Los mismos leones, que actualmente están siendo restaurados, son un misterio, aunque habría que remontarse a los modelos de grifón de Persia para encontrar sus orígenes. Algunos leones ostentan signos del más alto valor iniciático, como puede ser un triángulo en las sienes, sobre la glándula pineal. Son doce, porque doce son las fracciones en las que se divide el mandala místico, diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos.

Reloj de agua

Otras teorías sobre la famosa fuente señalan que ésta, una de las más conocidas del mundo, sería una especie de reloj de agua, que marcaría las horas de las abluciones, como el que existe en el patio de Santa Sofía, en Estambul. Existe también la hipótesis documentada de que estas misteriosas figuras procedieran de una Alhambra judía anterior a la nazarí y que según las fuentes escritas dataría del siglo XI.

Las salas que se sitúan alrededor del Patio de los Leones contienen importantes significados mágicos. La Sala de Dos Hermanas recibe este nombre por las losas gemelas situadas a su entrada y para Antonio Enrique representa a Géminis. Entre las muchas lecturas ‘mágicas’ se encuentra la que hace de la Sala de los Reyes, que contienen alusiones alquímicas. Enrique encuentra símbolos como el cristiano a caballo que mata a un oso y que tendría su correspondencia mística con la representación del rey Arturo.

El Generalife es un caso de lo que llama «irrealidad tangible, rasgo que define lo más genuinamente granadino: cuanto vemos es irreal, pero, paradójicamente, tangible, lo que propicia una suerte de extrañeza emocional, un estado de sugestión permanente».
jltapia
@El Ideal de Granada